martes, 24 de junio de 2008

Deseo Aborrecido

Ana Balderrama

Se que dentro de poco tiempo la gente a mi alrededor va a empezar a decir que me estoy matando lentamente, las personas juzgan demasiado, y sé que repetirán como loros que estoy arruinando mi vida.

Mi único temor es la incertidumbre que vendrá, cuando mi cuerpo desnudo descanse sobre ese frío mesón de metal, y unas tenebrosas manos cubiertas en plástico rocen mi piel, ¿Sentirán asco los carniceros con los que terminare?; ¿Me verán frágil, y delicada?, realmente lo dudo.

Abro mis ojos en silencio mientras el espejo me dice que soy un fracaso, y la báscula afirma sin dudar. Me imagino las voces graves de esos carniceros, pues no tienen otro nombre, cuando cuenten a mi lado: “1, 2, 3” dirán. Luego me doy cuenta de lo absurdo de lo que estoy diciendo, mis costillas no se detallan a simple vista.

Al menos una sombra elegante caerá sobre mi cuello, si logro que mi clavícula resalte un poco más en mi pecho, suspiro porque entre mis senos parezca que nace un acordeón, esa fila de huesos que se dejan ver entre ellos será música para sus oídos.

Cuando sus ojos bajen a mis caderas, me atormenta la simple idea que no noten ese par de huesos salir a los lados de ella, como dos velas ya izadas de un barco virgen, uno que apenas rozo el mar.

Cuando lleguen a mis adentros, espero que encuentren pulcritud, quiero que mi estomago muy pequeño refleje en sus membranas el vacío que un par de retorcijones no me dejan olvidar. No quiero que se compadezcan, pues al fin y al cabo no comprendo porque habrían de hacerlo. Sé que pensarán que alguien pudo ayudarme, pero soy un ser libre que hizo exactamente lo que deseo, y no entiendo cual es el problema de querer la perfección, o al menos de intentar llegar a ella.

Espero que ese día se retrace lo suficiente como para llegar a mi meta final, ¿Serán 45 kilogramos suficiente?, aun no se si dudar.

(3er semestre - 2007-2 - Taller de Redacción I)

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