martes, 24 de junio de 2008

La clase

Ana Balderrama

Que cómico es analizar esta situación, un día común y corriente en una clase cualquiera. De 20 alumnos alrededor de 3 casi siempre llegan tarde, es más o menos la misma rutina. Hoy tienen práctica, y a pesar de que siempre es lo mismo todos se sorprenden como si no se lo esperaban.

El profesor no se cansa de reírse del bachiller que dice tal o cual cosa, y hasta del que no dice nada, es que son todos unas vainas raras. Por un lado el grupo que supone que se saben todas más una, los que creen que saben escribir por ser directos, y los que creen que por no serlo saben escribir, uno ya ni sabe por donde escoger cuando busca entretenerse.

No se les niega el talento que puedan tener, pues sin duda muchos lo tienen. La creatividad les sale por los poros, al igual que la inseguridad. Me encanta cuando salen con historias de zapatos de charol ensangrentados, y no puedo negar el asco que me producen las de violadores atraídos por ropa interior con figuras de ositos.

Me confieso, realmente me da un poco de vergüenza aceptar que los escucho todos los días, ya me he acostumbrado al tic tac de las maquinas de escribir, tanto que hasta me resulta placentero.

Hoy utilizaron las computadoras de un salón cercano, al principio todo estaba en silencio, fue hasta positivo pues me pude concentrar por un segundo, hasta que a algún carajito se le ocurrió la gran idea de darle cuerda al resto con alguna broma sobre x tontería, y para no perder la costumbre se pusieron a hablar todos a la vez.

Me encuentro confundido entre cambiar de cubículo, o dedicarme a escribir las memorias de una clase donde si fuera yo no pasaría ni el 50 por ciento. Se que algunos piensan que solo el que no tiene talento es el que juzga por supuesto merito propio, y no voy a negar que en este caso tienen razón.

Mi actitud puede justificarse, les digo, es realmente necesario mirarse en un espejo, si a tu alrededor tienes tantos defectos de donde escoger.

(3er semestre - 2007-2 - Taller de Redacción I)

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