miércoles, 2 de julio de 2008

Flores

Michelle Falsone G.

Es tarde y no puedo armar los trozos de mi alma. Gotas caen en la ventana y empañan el vidrio. Gotas caen de mis ojos y empañan mi rostro. Mi alma está rota, se rompió ayer.

Es temprano de mañana y estoy parada en este sombrío jardín. Muchas personas están a mí alrededor pero no conmigo, no, no conmigo, yo estoy sola. Odio las flores, no siempre las odié pero ahora las odio. Las personas regalan flores como signo de amor eterno, pero las flores mueren, igual que todos, igual que todo. Nada es para siempre, todo muere. Todo lo que alguna vez fue ya no será.

Una cortina de llovizna gris me cubre en ese sombrío jardín. Personas me tocan y hablan pero no las siento, no las oigo. Todo es borroso, todo es gris, todo es negro, nada importa, nada importa ya. Mis ojos ven las hermosas flores que cubren su urna de roble. Como odio las flores.

Sigo parada allí en ese jardín sombrío vestida de negro. No puedo escuchar nada excepto el chirrido de las poleas mal engrasadas que hacían descender lentamente la caja de roble hacia el subsuelo. En ese momento lo sentí, algo se quebró en mí, algo que jamás volvería a repararse en el tiempo que me quedara.

Las palas de unos hombres fornidos se clavan en la tierra y la arrojan sobre el ataúd. Gotas cayeron del cielo y empañaron mi vestido. Gotas salieron de mis ojos y empañaron mi rostro.

Ayer mi alma se rompió. La tierra se tragó lo que la mantenía entera. Hay ciertas cosas que el tiempo no puede curar, hay heridas demasiado profundas que echan raíces en el fondo del alma desgarrándola para siempre en trozos ¿Cómo volver a ser quien eras, si lo que te hacía ser ya no está? Yo soy una sombra, una sombra que camina y respira, pero solo una sombra, que odia las flores.


(3er semestre - 2007-2 - Taller de Redacción I)

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