miércoles, 2 de julio de 2008

Gris

Michelle Falsone G.

Veo a la gente caminar como hormigas trabajadoras, que comen, viven, respiran y mueren al compás de las manecillas de un reloj , una masa grisácea que se mueve sin pensar, sin sentir, sin soñar, que respira no al ritmo de los latidos de sus corazones ni de colores vibrantes, solo se mueven entre grises y horarios, entre cafés y corbatas. Las personas caminan hacia los andenes, algunos se paran respetando el rayado, otros se apretujan en el borde para entrar primeros al vagón cuando éste llegue. Algunas miradas de desaprobación, algún que otro reproche hacia los violadores de las reglas se escuchan algunas veces. En las horas pico se ven más hormiguitas, que no sin prisa, caminan en la misma dirección, pero sin sentido ni propósito, caminan como sombras, creyendo que saben a donde llegarán sin realmente saber a dónde van. Sonidos de personas aclarándose la garganta, un niño llora, alguien estornuda en el fondo. Están esperando el tren, un tren que va y viene, se regresa y vuelve a ir, que nunca va a ningún lugar, un tren que nunca ha visto el sol, así como muchos que se montan en él.

Hay veces, muy pocas, pero hay, que el tren no ha llegado, el sonido del silencio retumba en las paredes, y por muy pocos segundos, se puede ver en alguna cara de esa masa grisácea, el repentino golpe de la consciencia que a medias despierta y algún sueño enterrado vuelve a latir con pereza, y el destello del sol en su mirada y los colores del arcoíris por un momento parecen asomarse en el rostro , un profundo suspiro sale de sus labios, pero el tren llega, y la persona solo recuerda que debe montarse en él, y lo hace, olvida el suspiro y el brillo del sol se va.

Una masa grisácea está esperando el tren, un tren que va y viene, se regresa y vuelve a ir, que nunca va a ningún lugar, un tren que nunca ha visto el sol, así como muchos que se montan en él.


(3er semestre - 2007-2 - Taller de Redacción I)

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